miércoles, 3 de agosto de 2011

Un reposo en la muerte


Texto publicado en El Jolgorio Cultural de Oaxaca

“Entonces, ¿lo único verdadero es el mal?”, se pregunta con verdadera sorpresa el narrador de El Jardín de los Suplicios, novela cruel y oscura de Octave Mirbeau (1848-1917), al final de la primera parte, luego de comprobar con turbada alegría que a Clara, la mujer de la que se enamoró apenas días atrás, no le importa la mentira que ha construido sobre su historia personal, al contrario, la estimula. Ambos viajan en un barco con rumbo a las costas de Ceilán por motivos esencialmente distintos: ella motivada por el placer frívolo; él —bajo la sombra de una identidad falsa— obligado por los escándalos de corrupción en los que se ha inmiscuido en París por el consejo de una dudosa amistad. Con el ánimo de esa revelación, Clara convence a su nueva pareja de huir al oriente, a vivir el goce del sexo a cabalidad y entre la abundancia, lejos de la fama que los rodea.


La novela de Mirbeau comienza en un salón parisino con la discusión de un grupo de intelectuales sobre las ventajas del asesinato, la necesidad del crimen para la construcción de una sociedad moderna e inteligente. Entre los caballeros que discuten con elocuencia los valores de la sangre y el exterminio se halla nuestro narrador, quien para ilustrar el mundo ideal del que hacen alarde relata su historia personal, desde la huida de París a Ceilán, su enamoramiento en alta mar de Clara, una hermosísima dama inglesa, hasta su arribo a China entre los más altos placeres, y la desconcertante experiencia de su incursión —de la mano de su amada— a la cárcel china que alberga "El Jardín de los Suplicios", un lugar donde la destrucción brutal y creativa de los penados, el relato del martirio y los juegos sanguinarios llevan a Clara a los más agudos vuelos del orgasmo; un sublime jardín que en la mente de su narrador parece extenderse, en variadas formas, por el universo entero.


Una implacable toma de postura en su contexto histórico y geográfico, el brumoso tiempo del caso Dreyfus, la novela de Octave Mirbeau, que en ocasiones raya la perfección, no desmerece en nuestros días y en gran medida cobra el peso de un clásico. Relatada con una cadencia casi musical y una minuciosidad sorprendente, sobre todo en lo que se refiere a la tortura y sus efectos, El Jardín…, uno de los textos más celebrados y conocidos del escritor francés, se impone desde su planteamiento como una obra que pretende despertar el regodeo en placeres desconocidos o guardados de manera acuciosa en nuestros jardines más secretos, éxtasis que sólo hallarán reposo en la muerte.


El Jardín de los Suplicios, Octave Mirbeau, tr. Lluís Maria Todó, Impedimenta, Madrid, 2010, 230 pp.

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