martes, 20 de abril de 2010

Noticia de un deceso


Hora y media después de llegar a casa, y de que una oficial me dijera que en el departamento de al lado se hallaba el cadáver de una mujer, bajamos a conversar con la policía. Nos dijo que habían recibido la llamada del médico vecino mío (que realmente no es médico sino estudiante de medicina), quien al llegar a casa por la noche descubrió muerta a su novia, una chica de 22 años. Quizá pudo haber muerto intoxicada con gas, propuso el semigaleno, o tal vez tomó algo. Nuestro instinto de investigadores privados (cultivado a través de nuestras ingenuas lecturas de Chesterton, Hammet, Chandler y Mankell) nos llevó a especular que resultaba por demás extraño una muerte por gas, ya que nosotros convivimos con una preocupante fuga en casa durante algunos meses sin consecuencias funestas. Mi colega -somos casi H. Bustos Domeq- propone que los médicos con frecuencia experimentan con sustancias en los cuerpos de otros y en los suyos. Podría ser. Aguardarán la autopsia y, mientras, el médico se halla detenido hasta que se aclaré el deceso. La agente que nos informó de todo, una mujer de ojos tristes, miraba hacia la nada y repetía que nadie conoce el mundo íntimo, secreto, de las parejas. Lo más extraño para mí es que, a pesar de tener algunos meses viviendo junto a nosotros, nunca conocí al médico. Mi colega sí, se lo topó varias veces en el elevador y alguna vez, hace un par de días, charló con él. Era un chico muy serio, dijo; curiosamente, el muchacho se parecía a Archie. Próximamente, los avances de nuestras investigaciones.