miércoles, 3 de agosto de 2011

Un cuarto oscuro



Texto publicado en ad libitum, revista electrónica de la FLM

En cada acto de lectura completo late


el deseo de escribir un libro en respuesta


George Steiner





Si acaso se pudiera, deberíamos desmitificar de una vez por todas, de entrada y para siempre, el camino a la literatura, el que cientos se empeñan en colocar en un pedestal casi como un vía crucis que debe ser referido por una caterva de evangelistas. Vayamos cerca. No seremos Kafka, ni definiremos al hombre de nuestro tiempo como él; no seremos Joyce, porque después de su novela queda poco. De nada vale vivir la vida de Rulfo. ¿A alguien le importa el destino de Pierre Michon? ¿A cuántos les interesa ahora el camino de armas de Cervantes? Es obvio, no será nuestro el empeño de Pierre Menard.

Y es lógico y plausible.

Si no leeremos a cabalidad, la literatura puede quedarse en las bibliotecas a guardar su polvo milenario; y la vida de sus escritores, perderse en un hoyo negro.

K


(No sé por qué siento imperioso el deber de aclarar algunas cosas antes de una retahíla lacrimógena, antes de entrar en materia, quiero decir.)

K


Sin embargo, no puede eludirse, lo que nos agrada es el relato genético, aquel donde se cuenta la forma de un encuentro o una iluminación (o tal vez un ensombrecimiento). Según se ha dicho, ese camino a la literatura es de continuo la historia de una carencia. Puede ser acaso imperceptible y no siempre atender a lo común; el orden al que pertenezca esa falta puede ser casi vulgar. Y el encuentro y la carencia, si coinciden, pueden conseguir resultados insospechados.

K


Se pregunta a menudo a la gente que escribe —porque siempre debe haber un motivo, una explicación— ¿por qué lo hace? Y la respuesta puede abrir una brecha hacia el mal gusto, con frecuencia a la mentira y al regodeo. Una pregunta que no puede responderse a cabalidad. Ya se verá.

Sin embargo, aquí, un ensayo ingenuamente temerario:

Se escribe, en primera instancia, por vanidad y, en segunda, por imitación. La vanidad reina en el mundo, pero la imitación en literatura, si se pretende hacer con propiedad, se da después de haber leído.




K

¿O no?


K


La unión de circunstancias adversas, que poco importan ahora, y la lectura obsesiva de un libro viejo, hallado en una librería de una calle en ruinas, me han llevado a la escritura. Describir o narrar un momento deformado por el tiempo sería hacer un relato de dudosa calidad y el pudor puede más.

K


Mejor preguntar por qué la escritura y ello también nos conducirá a la fantasía.

Se escribe por algo, por supuesto, y es casi una acusación brumosa.

K


Hay que escribir porque hubo esa calle en ruinas de una ciudad casi desaparecida. Porque un libro es también un lugar para ir a vivir, así sea el libro más oscuro de los libros oscuros. Porque abunda la estupidez y la ignorancia y nosotros somos producto de un error, como lo es también la literatura. Escribir porque no importa cómo fue, si hubo un libro o dos o una enfermedad que nos postró, o porque el tedio nos condujo a reunir palabras, o una mañana o una noche cualquiera fuimos relegados o alabados y quizá un resplandor nos elevó luego de una Epifanía. Escribir porque algo tiene de esclavitud y recompensa como cualquier otro oficio. Escribir porque, ya lo dijo Juan Carlos Onetti, el tiempo nos depara una lenta vida idiota como a todo el mundo.
Por eso.

K

Se puede seguir amontonando motivos y todos nadarán las aguas de la cursilería.


K

O no hay que escribir, las calles son hermosas aunque se caigan a pedazos y nos llaman.

K


Me encantaría decir que en un cruce de caminos, cerca del desierto, hice un trato con un hombre de risa maligna para obtener el talento de escribir la Gran Novela…



K

Pero no.


K


Y escribo, quiero creer, porque existió un libro; ese libro es El obsceno pájaro de la noche, la novela de un escritor casi desvanecido de la historia literaria, José Donoso; y de él, otro chileno, Roberto Bolaño, dijo y fue como abrir un hueco: La herencia de Donoso es un cuarto oscuro. En el interior de ese cuarto oscuro pelean las bestias.

K

¿Acaso existe un mayor elogio para un escritor? Lo dudo.

K


Un vaticinio: el rastro de Donoso desaparecerá de las bibliotecas; sin embargo, la batalla que construyó en ese cuarto oscuro seguirá en algún lugar del tiempo. Leer su libro es entrar a esa habitación. Escribir conmocionado por esa negrura es, humildemente, alargar una mano en la penumbra.

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